MAS SI AUN NOSOTROS, O UN ANGEL DEL CIELO, OS ANUNCIÁRE OTRO EVANGELIO DIFERENTE DEL QUE OS HEMOS ANUNCIADO, SEA ANATEMA. COMO ANTES HEMOS DICHO, TAMBIEN AHORA LO REPITO: SI ALGUNO OS PREDICA DIFERENTE EVANGELIO DEL QUE HABEIS RECIBIDO, SEA ANATEMA.
Gálatas 1:8-9
En estos dos versículos el apóstol declara firmemente, no una sino dos veces que cualquiera que predique un evangelio diferente al ya expuesto, sea anatema. Hay tres sujetos aquí: nosotros, un ángel del cielo, alguno. Con tres acciones: anunciar, predicar y recibir; y una sola maldición: Anatema.
SUJETO:
Nosotros. Pablo habla claramente Que es posible que habiendo recibido la doctrina correcta; la enseñanza Bíblica justa, uno se puede desviar. Infinidad de ocasiones hemos visto como pastores se desvían de la instrucción bíblica. La palabra me dice con ese nosotros, que debo tener cuidado de mí doctrina, de mi enseñanza y de mi conducta.
Ángel del cielo. Ahora pasa a revisar a las criaturas celestiales. En forma genérica se refiere a todos los habitantes de los confines del universo, así como a los que viven junto a Dios. Angeloi, mensajero, enviado, heraldo. Ninguno de ellos, contraponiendo la voluntad de Dios se atrevería a predicar un hecho diferente a lo ocurrido en Palestina hace 2000 años. Pero quedan otros seres celestiales que buscan destruir lo más hermoso de la redención del hombre: El sacrificio vicario de Cristo Jesús.
Todas las naciones se han imaginado para sí seres invisibles, como los habitantes de las regiones celestes, a quienes han dado marcas de superioridad que encantan el corazón del hombre. Pero ¡cómo pueden compararse todas estas concepciones infantiles y vulgares con lo que son los ángeles! Estudiad a los ángeles de las Escrituras; no hay uno solo que no sea grande, santo y digno de Dios. No solo es ese su carácter, a la vez ardiente y sublime, compasivo y majestuoso, que nos recuerda constantemente sus nombres, sus atributos, sus empleos, sus moradas, sus himnos, sus contemplaciones de las profundidades de la redención, y los inefables gozos de su amor, sino sobre todo, lo que impresiona de ellos es que todos estos rasgos van en perfecta armonía de todo ello como un conjunto. Es que todos estos rasgos van juntos.
Las descripciones de los ángeles se hallan con frecuencia en la Biblia; descripciones francas, llenas de detalles, independientes unas de otras. Nos los muestran en toda clase de situaciones en el cielo y en la tierra, delante de Dios y de los hombres; ministros empleados para ejecutar actos de misericordia y algunas veces actos de venganza, bañados en el resplandor de la gloria divina, de pie delante de Dios y adorándole de día y de noche; pero también ocupados en ministrar a los creyentes más humildes, en sus viajes, sus encarcelamientos, su lecho de muerte; y finalmente, volviendo, en el último día, en las nubes del cielo, con el Hijo del Hombre, para quitar a todos los malvados de su reino y para recoger a los elegidos de los cuatro vientos. ¿Y quiénes fueron los historiadores de los ángeles? Fueron pastores, otros reyes o soldados, sacerdotes, pescadores, o cobradores de contribuciones; algunos escribieron en los días de Hércules, de Jasón y los Argonautas, trescientos años antes de la guerra de Troya; otros en la épocas se Séneca, de Tácito y de Juvenal. Y con todo, vemos que el narrador tiene siempre a los mismos seres delante de sus ojos. A distinción de los hombres, son siempre iguales a sí mismos. Nosotros estamos contaminados, ellos son perfectos; nosotros somos egoístas, ellos resplandecen de amor; nosotros somos altivos, ellos son dulces y mansos. Nosotros somos vanos y orgullosos en un cuerpo comido por los gusanos, ellos son humildes en su gloria e inmortalidad. Nosotros a veces los adoraríamos de buena gana: mira que no lo hagas, nos dicen: yo soy tu consiervo (Ap. 22:9). Nosotros nos sentimos inquietos con nuestras concupiscencias, ellos son fervientes en espíritu; ni se casan no son dados en casamiento, porque no pueden morir (Lc. 20:36). Nosotros tenemos un corazón duro, ellos son compasivos; nosotros dejamos al pobre Lázaro que gima hambriento a nuestra puerta, en tanto que los perros lamen las llagas, pero ellos vienen y le llevan al seno de Abraham (Lc. 16:22). Ellos pronuncian gritos de júbilo cuando se convierte un pecador; y, con todo, Jesús dijo: el ángel de uno de estos pequeñitos continuamente contempla en los cielos el rostro de mi padre (Mt. 18:10). Éste es el ángel que hallamos en todas las Escrituras.
Alguno. Pablo pasa ahora a excluir a cualquier otra persona. Tocó en primer lugar a los propios, los cercanos, los pastores, los estudiosos, los que llevan la carga de la instrucción y la predicación; pasa después a cualquier tipo de mensajero celestial llámese ángel, alíen, ovninauta o cualquiera. ¿Quiénes sobran o faltan de mencionar? Todo el mundo. Así que la palabra de Dios por boca de Pablo me dice que debo rechazar en forma categórica cualquier persona, grupo religioso o lo que sea, que predique algo que vaya en contra las Escrituras, o que busque menospreciar la obra de Jesucristo o cualquiera de las doctrinas que emanan de su verdad infinita.
Conclusión: ¿Cómo puede hombre alguno exponerse a una maldición divina, sabiendo que desvirtuar o alterar la obra y doctrina de Jesucristo puede acarrear su perdición? Por mucho, creo que quien enseña doctrinas en las cuales sutilmente se mezcla el error, no puede mas que provenir de Satanás, el gran enemigo de Jesús el Cristo, así como de su obra y no se diga de sus seguidores. Por siempre, Satán a buscado como destruir a Jesús, su pueblo, su iglesia, sus pastores, etc. Y la razón es obvia, al permitir que el evangelio puro, incontaminado e inmarcesible, es decir sin mancha, sea conocido por todo el mundo, aun sabiendo cual es su fin, no quiere irse solo, sino que le acompañen los enseñadores de mentira.
ACCIONES:
Anunciar. Puedo traducirlo con la palabra que se usa para heraldo es decir, aquella persona que anunciaba a la concurrencia que personaje o persona estaba por entrar. En las épocas bíblicas, esta persona tenia cierta importancia, ya que implicaba de algún modo conocer o saber de la persona que introducía. Por eso Pablo exclama que si alguien anuncia un evangelio diferente sea anatema. El anunciador forzosamente tendría que conocer los hechos; a los apóstoles; ser un apóstol o haber presenciando los hechos para hablar someramente de los hechos del evangelio. Pero... ¿Era así? ¡No! Por eso la iglesia tenía que tener mucho cuidado a quien escuchaba.
Predicar. En la palabra va implícita la idea de enseñar. Y es aquí en donde uno debe tener mucho cuidado. El punto anterior solo implicaba el hablar y escuchar, ahora implica el recibir una enseñanza desde el púlpito. La grave responsabilidad del que predica es que su doctrina debe de ser bíblica; clara, sin confusiones ni subterfugios; sin contradicción con las otras doctrinas; y ajustarse a su modo de vida. El predicador debe ser un hombre que cumpla varias condiciones, y la primera es que haya sido llamado por Dios; segundo que tenga una comunión intima y directa con Dios; que sea sencillo y no arrogante; que busque en primer lugar la dirección de Dios antes que la de los hombres, que sea un estudioso de las Escrituras; que sepa guiar su vida y su hogar correctamente; etc. (leer las cartas pastorales). Si la enseñanza que se emite desde el púlpito o cátedra o lugar de enseñanza está contra lo más sagrado del evangelio, que es la obra y gracia de Cristo Jesús, tendrá que caer en maldición divina.
Recibir: Esto implica la voluntad y la aceptación. Yo soy responsable de lo que recibo. Que tremendo es cuando veo y razono en estas tres actividades del recibir: voluntad, aceptación y responsabilidad. Mi voluntad, porque es ahí en donde radica el deseo de hacerlo o no; mi voluntad que implica el raciocinio, la capacidad de aprendizaje y el haber definido mi propio camino a seguir. Aceptar, otro acto de la libre voluntad del ser humano. Acepto por que me gusta lo que veo o lo que siento; acepto lo que de alguna manera agradó a mis sentidos, aunque pueda ser perjudicial para el total de mi vida. Y responsabilidad por que ¿a quien voy a culpar de haber aceptado una enseñanza que afecta mi eterno porvenir? Aunque el que predico tendrá su castigo, no por eso yo soy menos responsable.
Anatema: La traducción es; maldición o maldito; palabra demasiado fuerte para ser pronunciada a una persona, pues implica el ser desechado en forma absoluta de la presencia divina el ser arrojado al lago de fuego por toda la eternidad. ¿Puedo atreverme a arriesgar mi destino final?